domingo, 28 de septiembre de 2008

La primera vez

Sergi llegando a la Plaza


Año 2007. Rumbo al Festival Internacional del Cine Pobre, era la primera vez que visitaba Cuba, y las ganas de conocer Gibara eran inmensas. Sergi había estado allí el año pasado, y todo lo que me contaba sobre la Villa Blanca y sus gentes parecía demasiado lindo, un hermoso cuento sobre un desconocido paraíso. Pensé en algún momento que la emoción añadida de haber recibido el Gran Premio Roberto Rosellini al Mejor Documental por "Soñar en Nablus", le hacía exagerar un poco en sus elogios. Sea como fuere, yo estaba impaciente por llegar. En la "guagua" desde Holguín miraba ávida el verde horizonte, esperando que luego de la próxima curva se perfilara ya el pueblo. Media hora de traqueteos y risas después (con los argentinos de Orly y Fabián haciéndonos reír con su humor cordobés), llegamos. A medida que entrábamos en la villa, rostros curiosos se asomaban a las puertas a darnos una sonrisa de bienvenida.


¡Córdoba, Argentina, presente en el Festival!

Desde la Plaza (mi primera visión de la Iglesia y del Cine Jibá), caminamos hasta la Casa de Cultura. Los organizadores del Festival estaban afanados con los preparativos para el desfile y la ceremonia inaugural. En el patio, pleno de luz, de gente, de expectativas, entramos en otra dimensión. Quienes habían conocido a Sergi en el pasado Festival corrieron enseguida a darle un abrazo; Yuri Sosa y Daykel Angulo, los chicos de TV Gibara, se pusieron a charlar con nosotros, deseosos por saber quiénes éramos, de dónde veníamos, cómo estaba la cosa "allá afuera". Arsenio Valdés y otros poetas, pintores y artistas gibareños nos decían qué era lo que no debíamos dejar de ver en nuestra visita. La alegría que suscitaba nuestra llegada era palpable, en la sonrisa sincera y en el abrazo sentido. Contemplando los coloridos azulejos, le di la razón a Sergi. No hacía ni una hora que estábamos allí, pero ya me sentía como en casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sabor a camarón con tomatito y cebolla, mirada que te llega porque es cierta. Culebrón brasileño a las cuatro de la tarde que te acompaña remontando hasta el mirador...
La bahía y sus gentes han sufrido de nuevo una cruel puñálada por la espalda, el destino ha llegado esta vez disfrazado de cínico. Ojalá que de algún modo puedan percibir que no están solos, espero que todas las semillas que ellos esparcieron regresen con un abrazo, un ladrillo, un saludo, una manta, un gesto, un saco de cemento, un nuevo festival para seguir sembrando amistades de la distancia.
Hermosa bahía de mis paseos, no me hagas llorar más, dime que pronto nos veremos para lamernos las heridas como siempre, de manera digna, tierna, con tibieza color caribe. Quiero estar contigo cuando vuelvas a levantarte también de mi brazo. Estoy seguro que mi deseo no es fútil, de algún modo floreceré para ti.